Escuché en un noticiero que el Ministro del Interior y de Justicia les había ofrecido la dirección del Inpec —no sé a quién primero— a Alfonso Valdivieso Sarmiento y al general (r) Jorge Enrique Mora Rangel, y que ninguno le aceptó el cargo.
Supongo que el primero en quien pensó el doctor Vargas Lleras fue en Valdivieso, quizás porque su intención fuera darle un toque civilista a una entidad donde campean costumbres de la peor especie, incluidos los maltratos a los presos políticos y a aquellos que en la jerga carcelaria se llaman “presos sociales”, es decir, los que nada tienen que ver con la “pesada” delincuencial que tras las rejas domina el mercado de la droga, el sexo, los caspetes, los colchones, los cuchillos, la protección, etc., personal espeso, frente al que los guardianes se subordinan y obtienen beneficios inconfesables. Obviamente, Valdivieso debió sentirse humillado ante la oferta, y con una urbanidad contenida dijo “gracias, pero no tengo el perfil para ese trabajo”, lo cual es cierto y lo dignifica.
Al ex fiscal le pasó ya ese cuarto de hora en el que se cotizó por el simple mérito de ser primo de Luis Carlos Galán, cuando los tres hijos de éste estaban pelados. Ya criados éstos, y con buena coloca asegurada de por vida, hasta los hermanos del inmolado (uno que fue ministro y otro que llegó a concejal) pasaron a la banca —y no me refiero a entidades financieras—, de modo que muy poco puede esperar quien simplemente ostentó la condición de primo. Ahí no hay tutía.
En cuanto al ex general Mora Rangel, el rechazo debieron provocarlo otros motivos. Uno de ellos es que ese cargo mayormente lo han desempeñado ex oficiales de menor graduación a la suya: coroneles retirados, por ejemplo. Y él, aparte de haber sido comandante de las Fuerzas Armadas, fue también embajador en Corea y Filipinas. Además de que no es igual perseguir a ilegales toda la vida, para darse bala con ellos, que dedicar los años de jubilación a cuidarlos para que no se vuelen de su encierro.
En todo caso queda la sensación de que si Vargas Lleras pensó, para un mismo cargo, en dos personas tan disímiles, es porque no tiene muy claro lo que debe hacerse en ese lugar en el que hay murciélagos hasta en el mediodía. Pobres presos.
Una distinción que, en cambio, sí fue muy aclamada, comenzando por quien la recibió, fue la de “mejor policía del mundo” otorgada al general Óscar Naranjo. Como colombiano, no me honra en absoluto ese laurel a uno de nuestros oficiales, y antes me abochorna, no solo por quien lo otorga, la DEA, una cáfila de depredadores que le montó la perseguidora a nuestro país, sino por lo que simboliza, que no es otra cosa que el sometimiento de nuestras autoridades a los dictados de una burocracia gringa que lleva décadas ya erosionando nuestra cotidianidad, manteniéndonos en estado permanente de crispación y causándonos una mortandad crónica sólo porque desde acá les proveemos una sustancia que a ellos, no obstante excitarlos y necesitarla, les resulta imposible producir allá.
Ya habíamos tenido otro “mejor policía del mundo” hace unos años, cuando con ese galardón se alzó Rosso José Serrano. Derivados de esos pésimos ejemplos, les ofrecemos a los conflictos ajenos muy competentes mercenarios, nos envanecemos de que nuestros soldados se exporten a Afganistán y de que el ejército español haya usado como carne de cañón, cuando estuvo en Irak, a inmigrantes jóvenes colombianos a los que se les concedía la visa cuando regresaban del frente. Obvio que algunos esa residencia la obtuvieron en forma póstuma. Mal negocio ese de morir como colombiano para ganar el título de ciudadano español, o de donde sea.
Me pregunto cuántos muertos, presos y extraditados faltan todavía para que la DEA le confiera, por tercera vez, el título de “mejor policía del mundo” al próximo de nuestros generales.