
Pasé en estos días por el atrio de
Un muerto ilustre, pensé, y en efecto se trataba de las exequias de un senador cuyo nombre no me era familiar. Vi entre los dolientes al doctor Mario Uribe y me dije que quizás los del Inpec le habían dado salida para concurrir al sepelio del difunto, colega y conocido suyo. Pero no, más adelante alguien me informó que el doctor Uribe estaba libre hace rato, aunque sin descartar que de un momento a otro pudiera estar a la sombra de nuevo. Y eso que por entonces, en el caso de que hicieran falta, se ignoraban las grabaciones en que Mancuso y doña Leonora lo untaban hasta el cuello. A él y a Luis Camilo Osorio.
En este país basta un día sin leer prensa o ver televisión, para quedarse sin saber a quién se le abrieron las puertas de la cárcel para dejarlo adentro o para ponerlo de patitas en la calle.
Me acuerdo de una película vieja, Topkapi, con la griega Melina Mercouri, que transcurre en Estambul: una banda de ladrones prepara un golpe en un museo, y como la policía les está haciendo seguimiento —por considerarlos sospechosos—, los malandrines, para despistarla, se meten a un estadio a ver un partido de fútbol. La treta consiste en que los cinco delincuentes, uno por cada vez, peguen salidas al baño, o a comprar perros calientes, o a desentumecerse, y regresen de nuevo a la gradería muy juiciosos. Hasta que llega un momento en que los policías, cansados de esos triviales desplazamientos, se desentienden de sus vigilados y se aplican a ver el partido completo. El resultado es que al final la pandilla de ladrones ha desaparecido de las tribunas —a consumar su asalto relámpago—, mientras la autoridad grita eufórica los goles.
Yo, por ejemplo, como cualquier agente turco, juraba que Mario Uribe estaba preso. En cuanto a Jorge Noguera, ese sí que me ha mareado de tanto verlo entrando por
Me imagino que Noguera, viendo ya libre a Miguel de
Al momento de escribir esta nota para el domingo de los inocentes, creo que Noguera lleva algunos días capturado. Creo, apenas. Si así fuera, estará en astucias jurídicas para no asumirse como convicto. El hombre va a terminar purgando sus andanzas en tandas de a semana y haciéndose contabilizar el tiempo que le llevan en la cárcel esas “visitas” como de médico. Algo equivalente a una cadena perpetua de capturas esporádicas con derecho a salidas ocasionales. Qué autotortura. Viéndolo bien, esa es una forma de que
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