Wikileaks es el cumplimiento de un sueño universal por el que debemos darle gracias a la tecnología. Ahora, el turno de ser chuzados les tocó a quienes están en el poder, en lugar de a los simples mortales. Por fin los patos son los que les disparan a las escopetas.
Al ser humano nunca le ha bastado que ciertas interioridades de los salones de gobierno le lleguen por la vía del rumor, sin mucha credibilidad, sino que necesitó a lo largo de milenios tener pruebas tangibles sobre las confidencias palaciegas que afectaban su vida. De hecho, dramaturgos como Sófocles y Shakespeare exhibían públicamente, a través de sus ficciones, las intimidades de las cortes, sólo que muchos años después de haber ocurrido. No en vano Levi Strauss dijo que “un mito es un chisme que ha envejecido”. Hoy en día, en cambio, y gracias al héroe informático Julián Assange, los asuntos secretos que otrora se ventilaban “off the record”, en las cúpulas, se han vuelto accesibles a la opinión abierta en cosa de semanas. Ya no es tan fácil decidir a hurtadillas la suerte de los de a pie, ni lo furtivo es posible guardarlo por tanto tiempo en esos refrigeradores donde se almacenan las inconfesables “razones de Estado”, para desclasificarlas 30 años después, cuando ya para qué. ¿Qué nos interesa, por ejemplo, descubrir en el año 2040, que el general Naranjo le confió, en 2009, al embajador americano en Colombia, que quienes ordenaban las chuzadas a la oposición, a las Cortes, a los periodistas, etc., eran Bernardo Moreno y José Obdulio Gaviria? Esas certezas necesitábamos saberlas ahora, cuando simplemente nos limitábamos a intuirlas y cuando por haber sido denunciadas por funcionarios de rango intermedio era probable que no se valoraran como contundentes.
Wikileaks ha develado lo oculto, poniendo en aprietos, principalmente, a la política, esa ciencia de lo subrepticio. Me pregunto si quienes ejercen lo público desde lo más alto están preparados para la prudencia y la probidad a que los obligará el fisgoneo tan exhaustivo a que empieza a someterlos la tecnología. Problema de ellos.
En todo caso, en Colombia, lo hasta el momento revelado ya ha tenido efectos. Y la prueba es el discurso del presidente Santos a favor del general Naranjo. Una tunda brava al uribismo. Bueno, y que supimos que en la agonía del gobierno Uribe, éste quiso armar a la carrera —y a espaldas de la opinión, por si el intento se le malograba— unas conversaciones con las FARC, en Suecia. Ya a sabiendas de que lo sustituiría Juan Manuel Santos, de quien sospechaba no le iba a ser fiel en su talante cerrero, quiso anticiparse a un acercamiento con esa organización, que de haberle ésta aceptado —lo que por supuesto no hizo—, le permitiría quedar como el de la iniciativa en algo que quien lo sucediera en el cargo debía concluir. Qué posesivo ese señor, incluso hasta con lo que detesta. Y para justificar su tardía mansedumbre, alcanzó a decir —sotto voce, desde luego, para no desconcertar a “las gentes de su patria”—, que Alfonso Cano y Pablo Catatumbo, “por intelectuales”, podrían ser más tratables que Marulanda.
Ignoro si el presidente Juan Manuel Santos conoció las revelaciones de Wikileaks sobre Uribe antes de decidirse a responderles a las FARC, con celeridad y sin arandelas, que aceptaba su propuesta de nombrar como mediadora a Piedad Córdoba para lo de las gestiones tendientes a la liberación de cinco rehenes. Ese dato ya es tan irrelevante como el propio Uribe y lo que hay que destacar de Santos es que, a diferencia de su antecesor, le ha dado un trato gallardo —y, por qué no, pragmático— a la mujer que ha sacado de su cautiverio a quince secuestrados, pronto redondeará su gesta con veinte retornados a sus hogares y quizás en un futuro cercano sea un factor decisivo para la libertad de los restantes.
El autor de este texto, también recibe comentarios a sus columnas en: lisandroduque@hotmail.com