
Lisandro Duque Naranjo
Hace poco encontré en el tiempo un artículo del economista Libardo Botero, quien según se identifica al pie de su columna es el “compilador de la serie ‘las ideas de Uribe’, del centro de pensamiento primero Colombia”.
Hacía falta ese trabajo, y por lo tanto me ofrezco a colaborarle desde ya a quien lo desempeña. Comenzaré por omitir de mi compilación personal aquellas ideas de Uribe que pudieran llamarse clásicas, a saber: el modelo Carimagua de reparto de tierras a los desplazados, el desprecio por las Cortes y
E intentaré más bien insistir en algunas ideas de Uribe que no por presagiar las que ahora nos abruman, están forzosamente condenadas a ser impresentables. Sobre todo porque en tratándose de una serie —que supongo será televisiva o fílmica—, algunos de sus capítulos podrían inscribirse en géneros muy atractivos para las audiencias. Uno de los taquilleros sería aquel, chorreante aún, en el que al lugarteniente de un alzado en armas se le pagó un dineral al entregar como comprobante la mano cercenada de su jefe.
Todo un homenaje al Sam Pekimpah de Tráiganme la cabeza de Alfredo García. O el de cuando nuestro beisbolista Rentería, en 2003, le llevó de regalo a Palacio el bate metálico que se ganó en las Grandes Ligas, y Uribe, boleando en el vacío semejante aparato, dijo: “Ah bueno, esto para que los colombianos aprendan a defenderse”. El Presidente suele decir que hace muchos años no ve películas, pero la alusión subliminal de esa escena palaciega con aquella de Los intocables, de Brian De Palma, en la que Al Capone descalabró a batazos a tres enemigos, demuestra que nuestro mandatario es todo un cinéfilo.
Aguanta la serie también para capítulos de ficción tecnológica en los que nuestra pantalla es más bien escasa. Uno de los buenos debería inspirarse en la idea que Uribe le dio a George W. Bush de ponerles microchips a los colombianos indocumentados en Estados Unidos, para mantenerlos bajo control. En narración científica, se llevaría las palmas africanas su idea de clonar a Luis Camilo Osorio. En la adaptación, para que tenga un final justo, el doble del ex fiscal continuaría como Embajador en México y el Osorio original terminaría en la guandoca.
Y hablando de cárceles, que son locaciones muy agradecidas, funcionaría bien una comedia negra a partir de la frase aquella del Presidente a los parlamentarios de su bancada: “Voten por mis proyectos antes de que los pongan presos”.
Dan, en cambio, para documentales de arte, dos ideas del presidente Uribe cuando recibió sendos cuadros de par paisanos suyos de Antioquia: uno de Botero, quien le pidió, entregándole un pincel y varios tubos de óleo, que le agregara lo que le pareciera, a lo que el mandatario, sin pensarlo dos veces, obedeció pintando una bandera de gorduras patrióticas. La disparada que se pegó esa obra. Y otro de Débora Arango, con la paloma de la paz, al que le objetó no tener un fusil en lugar de ese avechucho.
En el formato de gran producción hubiera ido de maravillas la idea que se le malogró en Quito, cuando le pidió al gobierno americano que en vez de invadir a Irak se trajera más bien esa guerra para acá.
Y tanta gente pensando que la única película posible con ideas de nuestro presidente es la de la ‘Operación Jaque’.