Remordimiento nacional

0 comentarios



Por: Lisandro Duque Naranjo

Circuló esta semana por Internet un texto interesante, escrito por Madeline Chambers, sobre la pérdida progresiva y reciente del complejo de culpa de los alemanes respecto a los 12 años de régimen hitleriano.

Apenas natural que los jóvenes de ahora en ese país ejerzan el derecho a no seguir cargando con esa vergüenza ancestral que les fue impuesta por sus antepasados inmediatos, la mayoría de los cuales estuvieron muy complacidos, o inexcusablemente resignados, frente a las atrocidades nazis. Se sabe ya que sus conciencias se aguantaron el matadero en que el Tercer Reich convirtió al resto de Europa, sólo porque, como lo dice el historiador Gotz Aly, en su libro La utopía nazi: cómo Hitler compró a los alemanes, “el hambre, el pillaje y la expoliación de los países ocupados, así como el exterminio de los judíos y el saqueo de sus bienes, sirvieron para mantener y asegurar el nivel de vida del pueblo alemán que, en su gran mayoría, aceptó una utopía cimentada en el robo, el racismo y el asesinato…”.

Para que los muchachos alemanes de hoy comenzaran a adquirir una especie de paz y salvo moral que les aligerara en algo la deshonra en que los sumió la generación de sus abuelos, fue preciso, entre muchas otras cosas, que éstos comenzaran a desaparecer por sustracción de materia, llevándose a la tumba esa memoria que jamás pudieron compartir con sus nietos, pero que no por eso éstos la ignoran, pues se les atraviesa en películas, documentales, fotos y libros que les producen un asco enorme sobre el concepto de patria que alimentó el espíritu de sus mayores. Debieron ser unos ancianos callados, pues las anécdotas les resultaban inconfesables. Y merecedoras, no sólo de un posible carcelazo tardío, sino del desprecio de sus descendientes, que a lo mejor sentían miedo de ellos y de los fantasmas que se les advertía en sus miradas perdidas.

Dice el artículo que “tuvieron que pasar 65 años para que los muchachos volvieran a entonar el himno nacional y a izar su bandera sin experimentar rubor”. No todos, sin embargo, han ganado una plena desinhibición: la “Fundación Identidad”, en Dusseldorf, informó que “casi un 73% piensa que debería mostrar más confianza en cuanto a ser alemanes”. Pero que hace apenas ocho años sólo la mitad de los de ahora “no se sentían muy orgullosos de su nacionalidad”. Era que para entonces todavía faltaban abuelos por morirse, y por supuesto hechos nuevos de la cultura mundial por consumarse, si bien está demostrado que ninguna sociedad, por desarrollada que se encuentre, está blindada a perpetuidad contra el regreso de la barbarie. Casos abundantes se dan ahora mismo que ratifican la reflexión inquietante que le escuché hace poco al antropólogo Guillermo Páramo: “La cima de la civilización puede también ser el mínimo de la cultura”, que me tomo la confianza de hacer valer también a la inversa: “La cima de la cultura puede ser también el mínimo de civilización”.

El remordimiento masivo, sin embargo, es un acto de limpieza para cualquier sociedad que se haya dejado arrastrar en un momento anterior de su historia —casi siempre por un demente iluminado— a la exacerbación del orgullo patrio, virtud que Borges encontraba mentecata. Y que tiene consecuencias tangibles y humillantes incluso para los ciudadanos que, por haber nacido después, nada tuvieron que ver con la euforia de los símbolos inflamados, verbigracia banderas, himnos y uniformes hasta en la sopa, por fuera de las fechas estrictamente rituales. Cito a Bukovsky: “Amo a mi país, pero detesto a mi patria”.

Alemania, en efecto, pagó —durante una posguerra que le fue más larga que al resto de naciones—, en timidez y un exceso de cautela de sus gobernantes, y de su pueblo, las locuras cometidas por el cabo Adolfo. Y ha necesitado purgar una penitencia de 65 años “para atreverse a una política exterior más firme y visible”. Y más abierta y receptiva, como corresponde a esa cultura admirable que el nazismo eclipsó e incluso llevó a la hoguera.

Comparta esta nota :
 
Con el apoyo de : Alirio Acevedo Sánchez | Amparo López Otálvaro | Juan David Acevedo Jímenez
Copyright © 2015. Mi nuevo Blog de tareas - | Webmaster Alirio Acevedo Sánchez | Todos los Derechos Reservados.
Creado por Creating Website Publicado por Mas Template
Con la tecnología Blogger