De tanto repetir en sus alocuciones, durante ocho años de Presidencia y ya casi tres de expresidencia, la expresión “la far” en lugar de “las Farc”, Álvaro Uribe logró reclutarle varios adeptos a esa pronunciación incorrecta. Andrés Pastrana es uno de ellos.
Otro es el senador Luis Fernando Velasco. A los tres se los come vivos esa c final, y definitivamente no pueden admitir que la razón social de ese grupo se escriba en plural.
A la dicción de ciertos sectores campesinos de Antioquia suele dificultársele el empleo de la c antes de la t, razón por la que dicen trator, Otavio, Hétor. De hecho, en Youtube se encuentran unas parodias paisas muy divertidas, de películas americanas, llamadas “los hétores”. En ellas, galanes como Brad Pitt o héroes tipo Supermán, hablan como muchos pelados de las comunas de Medellín. Sí o qué, papá. Entonces qué, parce.
El señor Uribe Vélez no dice “la far” por ser propiamente de esos estratos. Esa imperfección idiomática podría atribuirse más bien a un explicable lapsus freudiano, por aquello de que la muerte de su papá, de quien se dice que era muy frentero, se debió a una escaramuza armada con hombres de esa organización. El hijo, entonces, al referirse a ésta como “la far”, lo que hace es minimizarla de manera inconsciente en lo lingüístico. Pensará que negándola en lo simbólico y trivializando la alusión a su identidad, cambiándole el nombre para mejor decir, va a desaparecerla del lenguaje y a volverla una referencia paria sin asidero con lógica política alguna. Algo espúreo, peregrino y sin historia. Eso, por supuesto, lo concibe como un requisito psicológico previo, o simultáneo, al empeño de extinguirla física, militar y políticamente, que ha sido su obsesión durante los últimos 11 años. Creo interesante anotar algo que puede comprobarse en archivos audiovisuales: que cuando era gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe decía “las Farc”. Tal vez porque en esos tiempos su propósito de colectivizar esa venganza filial era apenas un karma local, que hizo extensivo al resto del país a partir del momento en que llegó a la Presidencia.
Andrés Pastrana también vive traumatizado con las Farc, pues el desenlace de su gobierno en el Caguán perpetuó su descrédito ante la opinión. De modo que resignación ante su actitud reciente de llamarlas “la far”. Qué tiempos aquellos en que era candidato, ganó las elecciones luego de aparecer con Marulanda en una foto, y llamaba a ese interlocutor “el comandante de las Farc”. En cuanto al senador Velasco, le sería más comprensible esa deficiencia en la prosodia si resultara ser un uribista subliminal o de clóset. Interesantes, en todo caso, esas relaciones entre la guerra y la fonética.
Esta semana, los periodistas de Blu Radio le atribuyeron a Piedad Córdoba haber dicho en el Catatumbo “viva la far”, en lugar de “viva la paz”, con lo que la expusieron a recibir otra marejada de linchamiento mediático. Grave que esos periodistas simulen no conocerle a esta dirigente su correcta sintaxis, y que piensen que sería capaz de anteceder, con un verbo en singular, “viva”, un artículo en plural, “las”. O que se permitiría aludir a ese grupo insurgente, “farc”, sin emplear esa c última bien gutural. Para eso, simplemente, hubiera dicho “vivan las farc”, con las mismas cuatro sílabas aunque con una duración y sonoridad distintísimas a la de la frase mal construida que capciosamente quisieron adjudicarle. Acúsenla de andar por todas partes solidarizándose con los que pelean por tantos motivos, pero no de hacer mal uso del idioma. Eso es mala fe.
Lo extraño es que entre esos periodistas de Blu Radio, que se cebaron contra ella, hay algunos letrados.
Por: Lisandro Duque Naranjo